EL NUEVO DÍA-
En nuestros campos y ciudades, sin importar la clase social, creencia religiosa o ideología, se dan necesidades en nuestros ciudadanos que muchas veces el resto del país ni imagina. Esas necesidades son atendidas por los alcaldes, sin importar su complejidad. El lugar natural a visitar por nuestra gente ante cualquier problema es la alcaldía. Se atienden desde peticiones para corregir una filtración de techos en las casas, costear gastos médicos inesperados, pago de encargos para llevar alimento a un desempleado o cooperación para el pago de un sepelio, hasta satisfacer las necesidades económicas de grupos comunitarios, ligas deportivas o entes propulsores de arte cultura.
Los que construyen la obra con los fondos que asignamos los legisladores, los que reparan la carretera que la AAA rompió arreglando un tubo, quienes han tenido que adoptar las áreas verdes porque el Departamento de Transportación y Obras Públicas se le olvidó hasta dónde queda su responsabilidad, los que cambian las luminarias porque a la Autoridad de Energía Eléctrica es incapaz, los que trabajan cada inicio escolar colaborando en habilitar los planteles, son los municipios. En fin, desde organizar el grupo de emergencias y pasar la tormenta en el Centro de Operaciones de Emergencias porque manejo de emergencias sólo hizo una conferencia de prensa con el Gobernador y su gabinete, hasta montar la clínica de béisbol para las pequeñas ligas, a las que el Departamento de Recreación y Deportes ni una caja de bolas envió, recae en los hombros de alcaldes y alcaldesas, todos. Los que vivimos trabajando en conjunto a ellos, conocemos de primera mano la dedicación en días que comienzan a las 4:30 am y a veces la hora de terminar no llega.
Claro está, es oportuno decir que esta descripción excluye a los que utilizan el poder para tomar ventajas, aumentarse salarios, cual si fuesen dueños de personas y de los recursos; ni a los que poseen una visión estrecha del género y utilizan el poder para someter, encajonar, limitar y abusar.
No obstante, con las medidas que les impone el gobernador Ricardo Rosselló y la Junta de Supervisión Fiscal, los alcaldes se convierten en el objeto de la culpa y coraje de nuestra gente. Las medidas impuestas por Rosselló provocan ataques a los alcaldes mientras éstos buscan atender silentes las consecuencias de los inminentes recortes presupuestarios y los nuevos impuestos que utilizan a los municipios como vehículos para cobrarlos.
Rosselló decidió utilizar a los municipios simplemente por no tener la espina dorsal ni los pantalones para reconocer que la crisis no es de los municipios, sino del gobierno central. En lugar de encaminar el "plan” correctivo a la crisis, prefierió traspasarla a los municipios, que sean éstos los culpables de las decisiones y de las consecuencias políticas. Puso en práctica la despedida de su padre del poder político: ahí los dejo con ese desastre, resuélvanse como puedan.
En fin, Rosselló quiere que nuestra gente piense y repita, como si fuera un hecho cierto, que "quien cobró por los servicios fue del alcalde, no el Gobernador". ¡Qué mamey! La cruda e innegable verdad es que el diseño, el plan del Rosselló siempre ha sido rehuir los retos, esconder la verdad y culpar a los alcaldes.
Desde comienzos de la administración Rosselló he planteado, con evidencia, que su plan son nuevos impuestos, que su ruta es esconder la verdad y que su meta es complacer sus amigos y donantes políticos.
Los municipios no tienen los recursos porque Rosselló, para tapar su quiebra, los dejó sin dinero. La manera en que Rosselló cubrió su desbarajuste fiscal fue meter la mano en dos bolsillos: el de cada puertorriqueño con nuevos impuestos y en el bolsillo de los municipios al quitarles el dinero para operar. Por ende, como de la nada, nada sale y cada problema o situación tiene una raíz cuando hablemos de los municipios o de los servicios que ahora costarán, recordemos su génesis: No fue el Alcalde, fue Rosselló que le quitó los fondos.
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